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El Padre Miguel nos habla de la Cuaresma (página 2)




Enviado por latiniando



Partes: 1, 2

¿Padre, qué es la Cuaresma?
Es un tiempo de
preparación para la pascua, la gran celebración de
nuestra fe.

¿Usted cree que la gente la está viviendo, con
tantos problemas que
se le presentan?
Si te refieres a la crisis
económico, social e institucional que hoy vivimos en
tantas partes creo que la gente podría vivirla con
más intensidad justamente aprovechando la misma.

¿Pero usted ha dicho que nos preparamos para la pascua
como para una fiesta?
Bueno, no es fácil entender el evangelio si no se usan los
mismos códigos. Cuando hablo de Cuaresma digo camino de
cruz y sacrificio que lleva a morir y cuando hablo de fiesta
pascual en cristiano entendemos la resurrección que nos
consigue cristo como salvador que nos regala una nueva vida.

¿Cómo hay que entender esto de la cruz, le parece
moderno hablar de sacrificio y de muerte?
Esto de la cruz claro que es muy actual, solo mira lo que le pasa
a la gente que reclama justicia y no
la encuentra -porque aquí abajo no la hay. Mira a los
desocupados que se desesperan porque les cerraron la posibilidad
del cielo, mira el sufrimiento de los que por no aceptar el
evangelio en sus vidas oprimen a sus semejantes. Mira la gente
estresada por conseguir mas Dinero para
ser felices sin darse cuenta de la esclavitud que
causa en sus vidas. Mira las madres que matan a sus propios hijos
o los abandonan a su suerte, mira a los hijos víctimas de
las esclavitudes modernas tan publicitadas y tan fáciles
de conseguir. Dios no nos a creado para la muerte
pero la rebeldía del hombre nos
consiguió esta clase de vida.
La soberbia humana es nuestra propia cárcel actual donde
el hombre
quiere comer al hombre y no
dar la vida por sus semejantes. por eso la verdadera vida con
mayúscula es conocer a Jesucristo y reconocer en
él, el gran amor de Dios
padre que entregó a su único hijo para que todo el
que cree en él no muera sino que tenga vida eterna.

Padre, es muy difícil entender esto de la
muerte…
Ya lo sé… a mí también me cuesta porque
compartimos la misma naturaleza
humana… Dios no nos ha creado para morir, la muerte es
fruto de la desobediencia del pecado… pero me gustaría
decirte que no se trata de entender sino de aceptar desde una
positiva actitud de fe
hecha con libertad.
Dios nos propone su evangelio, no se lo impone a nadie y a lo
largo de la historia personal te va
dando las oportunidades suficientes para que con amor le
respondas y aceptándolo tengas vida en abundancia.

¿Qué es esto de obedecer y a quién?
Obedecer es "hacer como se oye", es "oír y hacer" a
ejemplo de Cristo que por voluntad del padre se encarnó y
por el amor que
nos tiene entregó su vida por nosotros… siendo obediente
en el árbol de la cruz nos recuerda la desobediencia del
árbol del paraíso con Adán y Eva.

¿Cuál es el aporte concreto de la
iglesia en
este tema?
Anunciar a Jesucristo como único camino para llegar al
cielo. Un Cristo muerto y resucitado al que hay que imitar.
La mentira del demonio es que creamos que aquí se vive la
vida y que aquí se paga todo. La otra mentira
todavía más grande es hacerle creer a los hombres
modernos que el no existe, que eso es historia antigua.
El mejor servicio que
puede prestar la iglesia, y me
refiero a todos los bautizados, es hacer presente al resucitado
en nuestras vidas dejando de actuar como hombres viejos,
dejándonos cambiar por la palabra de Dios y no por
nuestras pobres fuerzas. Dios ya conoce de qué estamos
hechos, empecemos por aceptarnos a nosotros mismos como él
nos hizo para no enojarnos con el que tenemos al lado que ninguna
culpa tiene de nuestros resentimientos.

¿Usted cree que se le entiende actualmente a la
predicación de la iglesia?
Creo que no se puede aceptar la predicación si no va
acompañada por el testimonio de vida en la medida que el
otro pueda entenderla.

Predicamos pero no de manera comprensible.
De esto se trata el trabajo de
la nueva evangelización que el Papa le pidió a los
nuevos cardenales…
Estoy convencido que hay un problema de comunicación a la hora de transmitir el
evangelio, un problema de maneras o formas adecuadas para
transmitir la verdad de la revelación y por eso faltan
testigos que a través de sus vidas puedan contagiar a
otros la calidad de
vida que da el vivir en clave cristiana. Entendiendo que la
nueva evangelización apunta a cambiar los criterios
humanos en cristianos y a poner los puntos de interés de
la gente en aquello que no sea transitorio.
Vivimos un nuevo paganismo porque hemos sacado lo sobrenatural de
la vida de la gente y le cerramos la puerta del cielo.

¿Qué quiere decir con esto?
Mira muy fácil, engañamos a la gente cuando le
decimos que todo lo puede conseguir con plata… entonces el
dios-dinero se hace
carne en la vida y para conseguirlo esta bien cualquier
sacrificio incluso hasta yendo en contra de la salud (estrés)…
corriendo tras el tener para ser.
La palabra de Dios dice que allí donde este tu tesoro
estará también tu corazón
por eso los bancos y los
hipermercados de compras son hoy
más majestuosos y frecuentados (aún más los
días domingos)… nuestras casas son cada vez más
confortables pero no somos capaces de mantener
económicamente los costos de la
evangelización, sencillamente porque no lo vemos como un
bien útil para los demás…
Detrás de cada soberbio hay un lujurioso y detrás
de este un avaro… como servimos al dios dinero no podemos
servir al dios del amor verdadero…
Engañamos a los jóvenes cuando le decimos que el
estudio los hace alguien el día de mañana…
engañamos a los amigos cuando le decimos que siga siendo
como es, cerrándole la posibilidad de la conversión
que es necesaria siempre.

¿Pero y las necesidades de la gente de su
autorrealización y satisfacción personal,
dónde quedan?
Para la mentalidad cristiana no hay realización sin lo
sobrenatural… qué somos si nos entregamos solamente a
satisfacer nuestros deseos e instintos naturales sin
relación a la vida del espíritu… allí
sólo encontrarás esclavitud y
depresión porque es vivir sin sal en la
vida.
Tenemos la obligación de no mentirle a la gente… que la
vida se les va y queremos disimularlo para que no se sientan
mal… es como taparles los ojos mientras el tren se les viene
encima… pero déjame decirte algo…
El señor te ama como sos, vos sos importante a los ojos
del que te hizo sin preguntarte y te salvara sólo con tu
participación.

¿Qué es la salvación?
Esa es otra cosa difícil de entender para un mundo que no
la necesita porque cree que aquí esta la verdadera
felicidad y se la consigue con trabajo y mucho dinero…
No se entiende la salvación si alguien no esta atado o
condenado y luego te van a salvar… esto es así porque no
se acepta la realidad del pecado, otra gran mentira actual… si
no hay enemigos para qué luchar y con quién?
El hombre
tiene un alma inmortal, esta llamado a conocer a Jesucristo como
liberador de las esclavitudes terrenas para arrebatar el cielo
que es la verdadera vida sin desentenderse de las
problemáticas del hombre de su tiempo.

¿Cómo vivir la pasión en estos días
de Cuaresma?
Pensaba que no me lo preguntarías… déjame decirte
primero que no se puede vivir sin pasión, es decir sin
ponerle amor a la vida de cada día… en esta cuaresma a
la pasión se la vive pisoteando el propio yo mediante la
entrega y la petición del perdón que es lo que
más nos cuesta… hay un dicho por ahí que dice que
el mejor negocio es comprar al hombre por lo que vale y venderlo
por lo que el cree que vale… todos en mayor o menor medida
tenemos inflación del yo y eso no va con la economía de la
salvación.

¿Qué actualidad tiene lo de la abstinencia?
Tiene sentido solo si lo haces con libertad como
para asociarte a los sufrimientos de aquel que pudiendo salvarse
de una manera más simple eligió el chorrear
sangre en una
cruz haciéndose la vergüenza de los que lo
veían… el amor no
tiene reparos en exagerar esta siempre dispuesto a dar mas, sin
medidas se trata de abstenerse de carne los viernes pero mucho
más de abstenerse de la injusticia y de las esclavitudes
que nos agobian como las esclavitudes egoístas.
¿Por qué tenemos que hacer el Vía
Crucis?
Sin cruz no hay resurrección… la palabra dice el que
quiera seguirme que cargue su cruz de cada día y me
siga… sin temor… porque el temor nos paraliza y no nos deja
ser felices… el temor nos hace pecar porque no queremos dejar
de ser, de tener y de gozar y se nos va la mano en estas tres
cosas por el miedo que nos metió la serpiente en el
paraíso… el miedo a que no sea suficiente ser
creación de dios y de querer arrebatarle el poder a Dios
(seréis como dioses) es la no-aceptación de lo que
soy, de lo que puedo y de lo que tengo: lo que me lleva a pecar
ofendiendo a Dios y a mis hermanos… es cuando se desplaza a
Dios y se pone en su lugar al hombre… por eso uno de los peores
pecados es la idolatría.

¿Qué nos dice de la Pascua?
Hay una Pascua luminosa al final del desierto cuaresmal como hay
una pascua eterna a la llegada a la Jerusalén celeste…
sólo el cristianismo
te habla tan en positivo para las realidades más
tenebrosas de la naturaleza humana
como son la enfermedad, el sufrimiento y la muerte incluso
la de los seres queridos, porque es la fe que te abre a la
esperanza de las promesas que no defraudan al hombre sino que lo
realizan en medio de esta realidad de Muerte… porque estamos
llamados a la vida y la luz del
resucitado quiere penetrar en tu vida en esta Cuaresma que
podría ser la ultima… escucha la palabra y déjate
cambiar por ella, la posibilidad de la conversión esta hoy
en tus manos.

2. Mensaje del Papa Juan
Pablo II

1. "Mirad que subimos a Jerusalén" (Mc10, 33).
Mediante estas palabras el Señor invita a los
discípulos a recorrer junto a Él el camino que
partiendo de Galilea conduce hasta el lugar donde se
consumará su misión
redentora. Este camino a Jerusalén, que los Evangelistas
presentan como la culminación del itinerario terreno de
Jesús, constituye el modelo de vida
del cristiano, comprometido a seguir al Maestro en la vía
de la Cruz. Cristo, también, dirige esta misma
invitación de "subir a Jerusalén" a los hombres y
mujeres de hoy. Y lo hace con particular fuerza en este
tiempo de Cuaresma, favorable para convertirse y encontrar la
plena comunión con Él, participando
íntimamente en el misterio de su muerte y
resurrección. Por tanto, la Cuaresma representa para los
creyentes la ocasión propicia para una profunda
revisión de vida. En el mundo contemporáneo, junto
a generosos testigos del Evangelio, no faltan bautizados que,
frente a la exigente llamada para emprender la "subida a
Jerusalén", adoptan una posición de sorda resistencia y, a
veces, también de abierta rebelión. Son situaciones
en las que la experiencia de la oración se vive de manera
bastante superficial, de modo que la palabra de Dios no incide
sobre la existencia. Muchos consideran insignificante el mismo
Sacramento de la Penitencia y la Celebración
eucarística del domingo simplemente un deber que hay que
cumplir.

¿Cómo acoger la llamada a la conversión que
Jesús nos dirige también en esta Cuaresma?
¿Cómo llevar a cabo un serio cambio de
vida? Es necesario, ante todo, abrir el corazón a
los conmovedores mensajes de la liturgia. El periodo que prepara
la Pascua representa un providencial don del Señor y una
preciosa posibilidad de acercarse a Él, entrando en uno
mismo y poniéndose a la escucha de sus sugerencias
interiores.
2.Hay cristianos que creen poder
prescindir de dicho constante esfuerzo espiritual, porque no
advierten la urgencia de confrontarse con la verdad del
Evangelio. Ellos intentan vaciar y convertir en inocuas, para que
no turben su manera da vivir, palabras como: "Amad a vuestros
enemigos, haced bien a los que os odien" (Lc 6, 27). Tales
palabras, para estas personas, resultan difíciles de
aceptar y de traducir en coherentes comportamientos de vida. De
hecho, son palabras que, si tomadas en serio, obligan a una
radical conversión. En cambio, cuando
se está ofendido y herido, se está tentado a ceder
a los mecanismos psicológicos de la autocompasión y
de la revancha, ignorando la invitación de Jesús a
amar al proprio enemigo. Sin embargo, los sucesos humanos de cada
día sacan a la luz, con gran
evidencia, cómo el perdón y la
reconciliación son imprescindibles para llevar a cabo una
real renovación personal y social. Esto vale en las
relaciones
interpersonales, pero también en las relaciones entre
las comunidades y entre las naciones.
3. Los numerosos y trágicos conflictos que
atenazan a la humanidad, tal vez causados también por
malentendidas cuestiones religiosas, han hecho que profundos
fosos de odio y de violencia
surgieran entre pueblos y pueblos. En algunas ocasiones, esto se
ha producido entre grupos y
fracciones de una misma nación.
De hecho, a veces asistimos con doloroso sentido de impotencia,
al reflorecer de conflictos que
creíamos definitivamente superados y se tiene la
impresión que algunos pueblos viven atrapados en una
espiral de imparable violencia, que
continuará a cosechar víctimas y víctimas,
sin una concreta perspectiva de solución. Y los auspicios
de paz, que se elevan de todas las partes del mundo, resultan
ineficaces: el compromiso necesario para encaminar la concordia
deseada no logra afianzarse.
Frente a este inquietante escenario, los cristianos no pueden
permanecer indiferentes. Es por ello que en el Año
jubilar, apenas concluido, me he hecho eco de la petición
de perdón de la Iglesia a Dios por los pecados de sus
hijos. Somos conscientes que, por desgracia, las culpas de los
cristianos han ofuscado el rostro inmaculado, pero confiando en
el amor misericordioso de Dios que no tiene en cuenta el mal al
ver el arrepentimiento, sabemos también que podemos
continuamente retomar el camino llenos de esperanza. El amor de
Dios encuentra su más alta expresión justo cuando
el hombre, pecador e ingrato, es readmitido a la plena
comunión con Él. Bajo esta óptica,
la "purificación de la memoria" es
ante todo una renovada confesión de la misericordia
divina, una confesión que la Iglesia, en sus diferentes
niveles, está llamada constantemente a hacer propia con
renovada convicción.
4. El único camino de la paz es el perdón. Aceptar
y ofrecer el perdón hace posible una nueva cualidad de
relaciones entre los hombres, interrumpe la espiral de odio y de
venganza, y rompe las cadenas del mal que atenazan el
corazón de los contrincantes. Para las naciones en busca
de reconciliación y para cuantos esperan una coexistencia
pacífica entre los individuos y pueblos, no hay más
camino que éste: el perdón recibido y ofrecido.
¡Cuan ricas de saludables enseñanzas resuenan las
palabras del Señor: "Amad a vuestros enemigos y rogad por
los que os persigan, para que seáis hijos de vuestro Padre
celestial, que hace salir su sol sobre malos y buenos, y hace
llover sobre justos e injustos!" (Mt 5, 44-45). Amar a quien nos
ha ofendido desarma al adversario y puede incluso transformar un
campo de batalla en un lugar de solidaria cooperación.

Éste es un desafío que concierne a cada individuo,
pero también a las comunidades, a los pueblos y a la
entera humanidad. Afecta, de manera especial, a las familias. No
es fácil convertirse al perdón y a la
reconciliación. Reconciliarse puede resultar
problemático cuando en el origen se encuentra una culpa
propia. Si en cambio la culpa es del otro, reconciliarse puede
incluso ser visto como una irrazonable humillación. Para
dar semejante paso es necesario un camino interior de
conversión; se precisa el coraje de la humilde obediencia
al mandato de Jesús. Su palabra no deja lugar a dudas: no
sólo quien provoca la enemistad, sino también quien
la padece debe buscar la reconciliación (cfr. Mt 5,
23-24). El cristiano debe hacer la paz aún cuando se
sienta víctima de aquel que le ha ofendido y golpeado
injustamente. El Señor mismo ha obrado así.
Él espera que el discípulo le siga, cooperando de
tal manera a la redención del hermano.
En nuestro tiempo, el perdón aparece principalmente como
dimensión necesaria para una auténtica
renovación social y para la consolidación de la paz
en el mundo. La Iglesia, anunciando el perdón y el amor a
los enemigos, es consciente de introducir en el patrimonio
espiritual de la entera humanidad una nueva forma de relacionarse
con los demás, una forma ciertamente fatigosa, pero rica
en esperanza. En esto, ella sabe que puede contar con la ayuda
del Señor, que nunca abandona a quien, frente a las
dificultades, recurre a Él.
5. "La caridad no toma en cuenta el mal" (l Cor13,5). En esta
expresión de la primera Epístola a los Corintios,
el apóstol Pablo recuerda que el perdón es una de
las formas más elevadas del ejercicio de la caridad. El
periodo cuaresmal representa un tiempo propicio para profundizar
mejor sobre la importancia de esta verdad. Mediante el Sacramento
de la reconciliación, el Padre nos concede en Cristo su
perdón y esto nos empuja a vivir en la caridad,
considerando al otro no como un enemigo, sino como un
hermano.
Que este tiempo de penitencia y de reconciliación anime a
los creyentes a pensar y a obrar bajo la orientación de
una caridad autentica, abierta a todas las dimensiones del
hombre. Esta actitud
interior los conducirá a llevar los frutos del
Espíritu (cfr Gal 5, 22) y a ofrecer, con corazón
nuevo, la ayuda material a quien se encuentra en necesidad. Un
corazón reconciliado con Dios y con el prójimo es
un corazón generoso. En los días sagrados de la
Cuaresma la "colecta" asume un valor
significativo, porque no se trata de dar lo que nos es superfluo
para tranquilizar la propia conciencia, sino
de hacerse cargo con solidaria solicitud de la miseria presente
en el mundo. Considerar el rostro doliente y las condiciones de
sufrimiento de muchos hermanos y hermanas no puede no impulsar a
compartir, al menos parte de los propios bienes, con
aquellos que se encuentran en dificultad. Y la ofrenda de
Cuaresma resulta todavía más rica de valor, si
quien la cumple se ha librado del resentimiento y de la
indiferencia, obstáculos que alejan de la comunión
con Dios y con los hermanos.

El mundo espera de los cristianos un testimonio coherente de
comunión y de solidaridad. Al
respecto, las palabras del apóstol Juan son más que
nunca iluminadoras: "Si alguno que posee bienes de
la tierra y ve
a su hermano padecer necesidad y le cierra su corazón,
¿cómo puede permanecer en él el amor de
Dios?" (1 Jn 3, 17).
¡Hermanos y Hermanas! San Juan Crisostomo, comentando la
enseñanza del Señor sobre el camino
a Jerusalén, recuerda que Cristo no oculta a los
discípulos las luchas y los sacrificios que les aguardan.
Él mismo subraya cómo la renuncia al proprio "yo"
resulta difícil, pero no imposible cuando se puede contar
con la ayuda que Dios nos concede "mediante la comunión
con la persona de
Cristo" (PG 58, 619s).

He aquí porque en esta Cuaresma deseo invitar a todos los
creyentes a una ardiente y confiada oración al
Señor, para que conceda a cada uno hacer una renovada
experiencia de su misericordia. Sólo este don nos
ayudará a acoger y a vivir de manera siempre más
jubilosa y generosa la caridad de Cristo, que "no se irrita; no
toma en cuenta el mal; no se alegra de la injusticia; se alegra
de la verdad" (1 Cor 13, 5-6).
Con estos sentimientos invoco la protección de la Madre de
la Misericordia sobre el camino cuaresmal de la entera Comunidad de los
creyentes y de corazón imparto a cada uno la
Bendición Apostólica.

3. El sentido de la
cuaresma

1. Comienza hoy con la liturgia del miércoles de
Ceniza, el itinerario cuaresmal que culminará en el
acontecimiento central de año litúrgico, el Triduo
pascual, en el que celebramos la pasión, muerte y
resurrección de Cristo.
Jesús pasó cuarenta días en el desierto
antes de emprender su misión;
hoy del mismo modo, la Iglesia nos invita a entrar en un tiempo
fuerte de reflexión y oración para encaminarnos
hacia el Calvario y experimentar, después, la
alegría de la resurrección. Este singular
período penitencial comienza con un gesto simbólico
y significativo: la imposición de la ceniza. Este gesto,
al recordarnos la caducidad de la vida terrena, nos hace presente
la necesidad de un generoso esfuerzo ascético, del que ha
de nacer la decisión valiente de cumplir no nuestra
voluntad, sino la del Padre celestial, según el ejemplo de
Jesús.
La imposición de la ceniza pone, asimismo, de relieve
nuestra condición de creaturas, en total y agradecida
dependencia del Creador. En efecto Dios, con un sorprendente acto
de predilección y misericordia, formó al hombre del
polvo, dándole un alma inmortal y llamándolo a
compartir su misma vida divina. También será Dios
quien, el último día lo hará resucitar del
polvo y transfigurará su cuerpo mortal.

2. El acto humilde de recibir la sagrada ceniza sobre la cabeza,
confirmado por la invitación que resuena hoy en la
liturgia: «Convertíos y creed el Evangelio»,
se contrapone al gesto soberbio de Adán y Eva que, con su
desobediencia, destruyeron la relación de amistad que
existía con Dios creador. A causa de ese drama inicial,
todos estamos expuestos, a pesar del bautismo, al peligro de caer
en la tentación recurrente que impulsa al ser humano a
vivir en una actitud de arrogante autonomía con respecto a
Dios y en perenne antagonismo con el prójimo.
Así se nos revela el significado y la necesidad del tiempo
cuaresmal que, con la llamada a la conversión, nos lleva,
mediante la oración, la penitencia y los gestos de
solidaridad
fraterna, a reavivar o fortalecer en la fe nuestra amistad con
Jesús, a liberarnos de las promesas ilusorias de felicidad
terrena, y a gustar nuevamente la armonía de la vida
interior en la auténtica caridad de Cristo.

3. Hago mías las palabras de san León Magno que, en
uno de sus discursos
sobre la Cuaresma, afirmaba: «No hay obras virtuosas sin la
prueba de las tentaciones; no hay fe sin contrastes; no hay lucha
sin enemigo; no hay victoria sin combate. Nuestra vida transcurre
entre asechanzas y luchas. Si no queremos ser engañados,
debemos estar vigilantes; si queremos vencer, debemos
combatir» (Sermón XXXIX, 3).
Acojamos, amadísimos hermanos y hermanas, esta
invitación. Exige una disciplina
ardua, especialmente en el contexto social de hoy, a menudo
caracterizado por el cómodo desinterés y el
ateísmo práctico. El Espíritu Santo nos
conforta y nos sostiene en esta lucha, «viene en ayuda de
nuestra flaqueza —como afirma san Pablo—, pues
nosotros no sabemos cómo pedir para orar como conviene,
mas el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos
inefables (Rm 8, 26).
Y precisamente al Espíritu Santo esta dedicado este
segundo año de preparación inmediata para el gran
jubileo del 2000. En la carta
apostólica Tertio millennio adveniente escribí:
«Será, por tanto, importante descubrir al
Espíritu como aquel que construye el reino de Dios en el
curso de la historia y prepara su plena manifestación en
Jesucristo, animando a los hombres en su corazón y
haciendo germinar dentro de la vivencia humana las semillas de la
salvación definitiva que se dará al final de los
tiempos» (n. 45).

4. Así pues, dejémonos guiar por el Espíritu
Santo durante este tiempo privilegiado: para preparar a
Jesús a su misión, lo impulsó al desierto de
la tentación y lo confortó luego en la hora de la
prueba, acompañándolo desde el monte de los olivos
hasta el Gólgota. El Espíritu Santo está a
nuestro lado mediante la gracia de los sacramentos. En
particular, en el sacramento de la reconciliación nos
lleva, por el camino del arrepentimiento y de la confesión
de nuestras culpas, a los brazos misericordiosos del Padre.
Deseo de corazón que, la Cuaresma sea para cada cristiano
una ocasión propicia para este camino de
conversión, que tiene su referencia fundamental e
irrenunciable en el sacramento de la penitencia. Esta es la
condición para llegar a una experiencia más
íntima y profunda del amor del Padre.
Que nos acompañe, a lo largo de este itinerario cuaresmal,
María, ejemplo de dócil acogida del Espíritu
de Dios. A ella nos dirigimos hoy, en el momento en que, junto
con los creyentes de todo el mundo, entramos en el clima austero y
penitencial de la Cuaresma. 

4. Examen de
Conciencia

Para una buena confesión:
1. Cumplir con cada una de las partes de la Confesión:
a) Examen de Conciencia
b) Dolor de corazón
c) Propósito de enmienda
d) Confesión de boca
e) Satisfacción de obra

2. Tener presente la forma de confesarse:
a) Rito inicial:
Sacerdote: Ave María Purísima
Penitente: Sin pecado concebida. Bendígame padre porque he
pecado. Hace … que hice mi última confesión.
Mis pecados son los siguientes…

b) Cuerpo del sacramento
– El penitente confiesa sus propios pecados,
– escucha después la palabra del sacerdote;
– acepta la obra de penitencia que le es propuesta para
satisfacción de sus pecados y para enmienda de su
vida,
– manifiesta su arrepentimiento recitando el ACTO DE
CONTRICCIÓN con la siguiente fórmula:
Señor Jesús, Cordero de Dios
que quitas el pecado del mundo,
reconcíliame con el Padre por la gracia del
Espíritu Santo;
purifícame de todos mis pecados
y haz de mi un hombre nuevo. Amén.
– finalmente el sacerdote da la absolución al
penitente.

c) Despedida:
Sacerdote: El Señor ha perdonado tus pecados. Vete en
paz.

Examínate – ayudado por estas preguntas –
¿qué pecados has cometido desde tu última
confesión? Trata de no quedarte en lo exterior, sino en
las actitudes del
corazón y las omisiones.

Ruptura Con Dios:
¿Amo en verdad a Dios con todo
mi corazón o vivo más pegado a las cosas materiales?
¿Me he preocupado por renovar mi fe cristiana a
través de la oración, la participación
activa y atenta en la misa dominical, la lectura de
la Palabra de Dios, etc.? ¿Guardo los domingos y
días de fiesta de la Iglesia? ¿He cumplido con el
precepto anual de la confesión y la comunión
pascual?
¿Tengo una relación de confianza y amistad con
Dios, o cumplo solamente con ritos externos?
¿He profesado siempre, con vigor y sin temores mi fe en
Dios? ¿He manifestado mi condición de cristiano en
la vida pública y privada?
¿Ofrezco al Señor mis trabajos y alegrías?
Recurro a Él constantemente, o ¿sólo lo
busco cuando lo necesito?
¿Tengo reverencia y amor hacia el nombre de Dios o le
ofendo con blasfemias, falsos juramentos o usando su nombre en
vano?

Ruptura Conmigo Mismo:
¿Soy soberbio y vanidoso?
¿Me considero superior a los demás?
¿Busco aparentar algo que no soy para ser valorado por
otros? ¿Me acepto a mi mismo, o vivo en la mentira y el
engaño? ¿Soy esclavo de mis complejos?
¿Qué uso he hecho del tiempo y de los talentos que
Dios me dio? ¿Me esfuerzo por superar los vicios e
inclinaciones malas como la pereza, la avaricia, la gula, la
bebida, la droga?

¿He caído en la lujuria con palabra y pensamientos
impuros, con deseos o acciones
impuras?
¿He realizado lecturas o asistido a espectáculos
que reducen la sexualidad a
un mero objeto de placer?
¿He caído en la masturbación o la
fornicación? ¿He cometido adulterio?
¿He recurrido a métodos
artificiales para el control de la
natalidad?

Ruptura Con Los Hermanos Y Con La Creación:
¿Amo de corazón a mi prójimo como a mi mismo
y como el Señor Jesús me pide que lo ame?
¿En mi familia colaboro
en crear un clima de
reconciliación con paciencia y espíritu de servicio?
¿Han sido los hijos obedientes a sus padres,
prestándoles respeto y ayuda
en todo momento? ¿Se preocupan los padres de educar
cristianamente a sus hijos y de alentarlos en su compromiso de
vida con el Señor Jesús?
¿He abusado de mis hermanos más débiles,
usándolos para mis fines?
¿He insultado a mi prójimo? ¿Lo he
escandalizado gravemente con palabras o con acciones?
Si me han ofendido, ¿sé perdonar, o guardo rencor y
deseo de venganza?
¿Comparto mis bienes y mi tiempo con los más
pobres, o soy egoísta e indiferente al dolor de los
demás? ¿Participo de las obras de
evangelización y promoción humana de la Iglesia?
¿Me preocupado por el bien y la prosperidad de la comunidad humana
en la que vivo o me paso la vida preocupado tan sólo de mi
mismo? ¿He cumplido con mis deberes cívicos?
¿He pagado mis tributos?
¿Soy envidioso? ¿Soy chismoso y charlatán?
¿He difamado o calumniado a alguien? ¿He violado
secretos? ¿He hecho juicios temerarios sobre otros?
¿Soy mentiroso?
¿He hecho algún daño físico o
moral a otros?
¿Me he enemistado con odios, ofensas o peleas con mi
prójimo? ¿He sido violento?
¿He procurado o inducido al aborto?
¿He sido honesto en mi trabajo? ¿He usado
rectamente de la creación o he abusado de ella con fines
egoístas? ¿He robado? ¿He sido justo en la
relación con mis subordinados tratándolos como yo
quisiera ser tratado por ellos? ¿He participado en el
negocio o consumo de
drogas?
¿He caído en la estafa o el fraude?
¿He recibido dinero ilícito?

5. Guía para la
oración

Esta guía para la oración busca ser un
método
para meditar en la vida y enseñanzas del Señor
Jesús. «La meditación, como señala el
Catecismo de la Iglesia Católica, es, sobre todo, una
búsqueda. El espíritu trata de comprender el
porqué y el cómo de la vida cristiana para
adherirse y responder a lo que el Señor pide.»
Así, asistidos con la Gracia de Dios buscamos en la
oración discernir cuál es su plan de amor para
nosotros y nos nutrimos para responder a el con generosidad. El
método de
meditación que se propone es un camino que se inicia en la
mente, transforma en el corazón y nos conduce a una
acción concreta y cotidiana orientada a nuestra
santificación y a la de nuestros
hermanos.

Citas bíblicas del tiempo de cuaresma y comentarios de los
Padres de la Iglesia
1. Invocación inicial:
En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.

2. Preparación:
a. Acto de fe en la presencia de Dios: Consciente de que el
Señor está conmigo, explicito en mi fe en Él
y mi deseo de abrir mi mente y mi corazón a su presencia,
y de permanecer en ella durante la oración.
b. Acto de esperanza en la misericordia de Dios: Reconozco que
soy pecador y me acojo con esperanza a la misericordia de Dios
que sale a mi encuentro.

c. Acto de amor al Señor Jesús y a Santa
María: Manifiesto mi adhesión a la persona del
Señor Jesús y a Santa María, nuestra
Madre.

3. Cuerpo:
a. Mente:
– Medito en el en sí del texto: Se
trata de una aproximación objetiva. Busco entender
qué dice el texto. Me
acerco al texto bíblico y lo interperto desde y en la
enseñanza de la Iglesia.
– Medito en el en sí-en mí del texto: Se trata de
una aplicación del texto a la propia realidad. Hago una
apropiación del mensaje buscando descubrir qué me
dice la Palabra del Señor en este momento concreto de mi
vida.
b. Corazón:
– Elevo una plegaria buscando adheririme de cordialmente a
aquellos que he descubierto con la mente y abriéndole mi
corazón al Señor.
c. Acción:
– Resoluciones concretas: A la luz de lo meditado, pongo medios
concretos y proporcionados que me permitan despojarme de aquello
que me sobra o revestirme de aquello que me falta en mi camino de
conformación con el Señor Jesús.

4. Conclusión
– Breve acto de agradecimiento y súplica: al Señor
Jesús y a Santa María.
– Rezo de la Salve u otra oración mariana.

5. Invocación final:
En el nombre del Padre, del
Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

6. Católica (
apostólica romana)

CATÓLICO, del griego katholikos, del
latín catholicus, significa universal, que
comprende y es común a todos; y por esta calidad se le ha
dado este nombre a la Santa Iglesia Romana.La Iglesia
Católica cree en un sólo Dios eterno, compuesto por
tres Personas Divinas: El Padre, Creador; El Hijo,
Jesús, Salvador y revelación del Padre; y El
Espíritu Santo, Santificador.
La comunión perfecta y armónica entre las tres
Personas se conoce como La Santísima Trinidad.
Catolicismo: Creencia de la Iglesia Católica, basada en
las enseñanzas de Cristo a sus Discípulos
registradas en las Sagradas Escrituras, tanto en los Evangelios
como en las Epístolas de San Pablo, y demás
libros
sagrados, y en la Tradición de la Iglesia transmitidas por
los Apóstoles. Para que este Evangelio se conserve siempre
vivo y entero en la Iglesia, los apóstoles nombraron como
sucesores a los obispos, dejándoles a su cargo el
magisterio. La predicación apostólica, expresada de
un modo especial en los libros
sagrados, se ha de conservar por transmisión continua
hasta el fin de los tiempos. Ésto se conoce como
sucesión apostólica.
EL VATICANO es la Sede de la Iglesia Católica y la
residencia del PAPA. Aquí está la Basílica
de San Pedro, donde descansan los restos de SAN PEDRO
APÓSTOL quien aquí fue martirizado. Es la
basílica mayor y más importante del mundo en la
nación
más pequeña del mundo. Desde el Vaticano el Papa
gobierna a la Iglesia universal. Aquí vienen los obispos y
peregrinos del mundo entero, unos para reunirse con el Papa,
otros tan sólo para tener la dicha de poder rezar con
él en señal de comunión y amor.

No Discutas Sino Enseña

A pesar de que el mundo va avanzando en muchas
áreas de la vida como la tecnología y la ciencia, y
el entendimiento de los derechos humanos,
es triste y sorprendente ver que en muchos lugares del mundo la
intolerancia religiosa y sectaria ha aumentado.
Sabemos que está pasando en varios países de
Asia y Medio
Oriente. Aún en el sur de México
siguen peleando agrupaciones a pesar de las exhortaciones para la
paz y la tolerancia de
parte de la Conferencia
Episcopal.
Últimamente la Arquidiócesis de México ha
vuelto a recordar la importancia de la libertad de culto y
creencias. Los Obispos de Francia
están preocupados por los intentos de sectores del
gobierno de
restringuir algunas agrupaciones sectarias por posibles abusos de
autoridad y
definiciones de la misma palabra "secta".
Aunque existan sectas destructivas, otras agrupaciones no
peligrosas podrían ser impedidas según la
definición de la palabra. Como cristianos, tenemos que
recordar la palabra del Apóstol en su Segunda carta a Timoteo:
"Un siervo del Señor no debe ser conflictivo, sino amable
con todos, apto para enseñar y sufrido; debe corregir con
bondad a los adversarios con la esperanza de que Dios les conceda
el arrepentimiento que lleva al conocimiento
de la verdad." (2 Timoteo 2:24-25).
La polémica y el pelear no son actitudes de
Dios. Más bien en vez de discutir y pelear con el hermano
de otra creencia, mejor ofrecer un testimonio de amor y la
enseñanza clara. Solamente los inseguros en sus creencias
están cerrados a escuchar al otro.
Jesús no dijo: "El mundo conocerá que Ustedes son
mis amigos por ganar los argumentos". Al contrario, el siervo del
Señor debe ser un maestro más que un ganador de
debates. Uno que gana un debate hace
que su opositor se sienta como opositor. Un proselitista hace que
su opositor se sienta como enemigo. Pero un maestro hace que su
oponente sienta que quizás está equivocado. Hoy
habla la verdad en amor y pide a Dios que cambie el
corazón.

7. El sentido de la
Cuaresma

1. Comienza hoy con la liturgia del miércoles de
Ceniza, el itinerario cuaresmal que culminará en el
acontecimiento central de año litúrgico, el Triduo
pascual, en el que celebramos la pasión, muerte y
resurrección de Cristo.
Jesús pasó cuarenta días en el desierto
antes de emprender su misión; hoy del mismo modo, la
Iglesia nos invita a entrar en un tiempo fuerte de
reflexión y oración para encaminarnos hacia el
Calvario y experimentar, después, la alegría de la
resurrección. Este singular período penitencial
comienza con un gesto simbólico y significativo: la
imposición de la ceniza. Este gesto, al recordarnos la
caducidad de la vida terrena, nos hace presente la necesidad de
un generoso esfuerzo ascético, del que ha de nacer la
decisión valiente de cumplir no nuestra voluntad, sino la
del Padre celestial, según el ejemplo de Jesús.
La imposición de la ceniza pone, asimismo, de relieve
nuestra condición de creaturas, en total y agradecida
dependencia del Creador. En efecto Dios, con un sorprendente acto
de predilección y misericordia, formó al hombre del
polvo, dándole un alma inmortal y llamándolo a
compartir su misma vida divina. También será Dios
quien, el último día lo hará resucitar del
polvo y transfigurará su cuerpo mortal.
2. El acto humilde de recibir la sagrada ceniza sobre la cabeza,
confirmado por la invitación que resuena hoy en la
liturgia: «Convertíos y creed el Evangelio»,
se contrapone al gesto soberbio de Adán y Eva que, con su
desobediencia, destruyeron la relación de amistad que
existía con Dios creador. A causa de ese drama inicial,
todos estamos expuestos, a pesar del bautismo, al peligro de caer
en la tentación recurrente que impulsa al ser humano a
vivir en una actitud de arrogante autonomía con respecto a
Dios y en perenne antagonismo con el prójimo.
Así se nos revela el significado y la necesidad del tiempo
cuaresmal que, con la llamada a la conversión, nos lleva,
mediante la oración, la penitencia y los gestos de
solidaridad fraterna, a reavivar o fortalecer en la fe nuestra
amistad con Jesús, a liberarnos de las promesas ilusorias
de felicidad terrena, y a gustar nuevamente la armonía de
la vida interior en la auténtica caridad de Cristo.
3. Hago mías las palabras de san León Magno que, en
uno de sus discursos
sobre la Cuaresma, afirmaba: «No hay obras virtuosas sin la
prueba de las tentaciones; no hay fe sin contrastes; no hay lucha
sin enemigo; no hay victoria sin combate. Nuestra vida transcurre
entre asechanzas y luchas. Si no queremos ser engañados,
debemos estar vigilantes; si queremos vencer, debemos
combatir» (Sermón XXXIX, 3).
Acojamos, amadísimos hermanos y hermanas, esta
invitación. Exige una disciplina
ardua, especialmente en el contexto social de hoy, a menudo
caracterizado por el cómodo desinterés y el
ateísmo práctico. El Espíritu Santo nos
conforta y nos sostiene en esta lucha, «viene en ayuda de
nuestra flaqueza —como afirma san Pablo—, pues
nosotros no sabemos cómo pedir para orar como conviene,
mas el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos
inefables (Rm 8, 26).
Y precisamente al Espíritu Santo esta dedicado este
segundo año de preparación inmediata para el gran
jubileo del 2000. En la carta
apostólica Tertio millennio adveniente escribí:
«Será, por tanto, importante descubrir al
Espíritu como aquel que construye el reino de Dios en el
curso de la historia y prepara su plena manifestación en
Jesucristo, animando a los hombres en su corazón y
haciendo germinar dentro de la vivencia humana las semillas de la
salvación definitiva que se dará al final de los
tiempos» (n. 45).
4. Así pues, dejémonos guiar por el Espíritu
Santo durante este tiempo privilegiado: para preparar a
Jesús a su misión, lo impulsó al desierto de
la tentación y lo confortó luego en la hora de la
prueba, acompañándolo desde el monte de los olivos
hasta el Gólgota. El Espíritu Santo está a
nuestro lado mediante la gracia de los sacramentos. En
particular, en el sacramento de la reconciliación nos
lleva, por el camino del arrepentimiento y de la confesión
de nuestras culpas, a los brazos misericordiosos del Padre.
Deseo de corazón que, la Cuaresma sea para cada cristiano
una ocasión propicia para este camino de
conversión, que tiene su referencia fundamental e
irrenunciable en el sacramento de la penitencia. Esta es la
condición para llegar a una experiencia más
íntima y profunda del amor del Padre.
Que nos acompañe, a lo largo de este itinerario cuaresmal,
María, ejemplo de dócil acogida del Espíritu
de Dios. A ella nos dirigimos hoy, en el momento en que, junto
con los creyentes de todo el mundo, entramos en el clima austero
y penitencial de la Cuaresma.

 Oraciones de la Familia
Oración a la Sagrada Familia
Sagrada Familia de
Nazareth: enséñanos el recogimiento, la
interioridad; dános la disposición de escuchar las
buenas inspiraciones y las palabras de los verdaderos maestros;
enséñanos la necesidad del trabajo, de la
preparación, del estudio, de la vida interior personal, de
la oración, que sólo Dios ve en lo secreto;
Enséñanos lo que es la Familia, su
comunión de amor, su belleza simple y austera, su carácter
sagrado e inviolable.
Amén
(Paulo VI)
Oración para vivir en paz en la familia

Señor, Dios nuestro, tu nos haz elegido para
ser tus santos y tus predilectos. Revístenos de
sentimientos de misericordia, de bondad, de humildad, de dulzura,
de paciencia. Ayúdanos a sobrellevar los unos a los otros
cuando tenemos algún motivo de queja, lo mismo que
tú, Señor, nos has perdonado.
Sobre todo, dános esa caridad, que es el vínculo de
perfección. que la paz de Cristo brille en nuestros
corazones. Esa paz que debe reinar en la unidad de tu cuerpo
místico. que todo cuanto hagámos, en palabras o en
obras, sean en nombre del Señor Jesús, por quien
sean dadas gracias a tí, Dios Padre y Señor
nuestro.
Amén.

Trabajo enviado por: 
Lic. José Luis Dell’ordine

Partes: 1, 2
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